buscándose un soneto en la botella
o contándole a un cana soñoliento
que anteayer vio a Dios siguiendo a una yiranta.
Desde el principio
Arthur y yo seremos viejos amigos.
Reinventaremos la tristeza, el vino, la poesía...
Él me hablará de la Comuna, de aquella negra que amó en Abisinia.
Yo le hablaré de Cuba, de Gardel, de esa muchacha que aún me copa los recuerdos...
Después, algo en curda, saldremos a deambular por la noche
como dos animales melancólicos.
Y de madrugada,
Arthur y yo,
cazaremos estrellas en los tachos de basura...
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